Luz Rello: «Hay quien se ha subido al barco de la dislexia por aquello de que está de moda ser diferente»

Apenas hemos puesto el pie en el piso que Luz Rello (Sigüenza, 1984) habita en la Villa Olímpica de Barcelona y ya nos recibe un abrumador despliegue de actividad frenética y agradable calidez. A pesar de ser una de las mentes investigadoras españolas más brillantes del momento y de haber recibido importantes premios como el Princesa de Girona, Luz muestra una cercanía y una humildad fuera de lo común. A lo largo de toda la entrevista no deja de gesticular, de reírse, de observar y de transmitir una arrolladora pasión por lo que hace mientras tratamos de seguir el hilo de sus reflexiones. Ese entusiasmo contagioso por la investigación sin duda la ha ayudado a colocarse en el importante lugar que ahora ocupa en el campo del abordaje y tratamiento de la dislexia.

Confieso que me ha llevado dos días leerme tu currículum entero, pero hay algo que me ha llamado mucho la atención. ¿Cómo una niña con dislexia acaba sacando una carrera como Lingüística?

Acabo estudiando Lingüística porque yo de pequeña quería dominar el lenguaje. Al principio me puse a aprender de memoria todas las palabras que había haciéndome listas, pero luego me di cuenta de que era imposible; la sensación que tenía era que el lenguaje no tenía un orden, que era aleatorio y arbitrario. Cuando tenía unos once años descubrí un libro editado por la RAE que se llamaba Ortografía, así de sencillo. Recuerdo que estaba en la Casa del Libro con mis padres y les pedí que me lo compraran. Entonces me leí el libro entero e hice un resumen completo. Me hice fichas en papel de colores de todas las reglas y excepciones, y me las aprendí. No tardé tanto en hacerlo, un par de meses, y ahí descubrí —el primer gran descubrimiento que he hecho en mi vida— que el lenguaje tenía sentido y que se podía modelizar entero. Que todo el mundo lo sabe, pero yo me sentí una investigadora en aquel momento. Veía las flexiones verbales, la morfología y todo eso me empezó a fascinar. Y, a pesar de que se me da fatal —y se me sigue dando mal, sigo escribiendo con faltas de ortografía—, ahí me convertí en una amante del lenguaje, cuando descubrí que no era caprichoso, sino que tenía un orden casi matemático.

 

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Cuando estudiaba Lingüística había una asignatura que se llama Procesamiento del Lenguaje Natural. Es un área de la inteligencia artificial que se dedica al lenguaje y que está en casi todo lo que utilizas; en el WhatsApp, cuando te aparece texto predictivo, hay un modelo de procesamiento de lenguaje natural, en traducción automática, reconocimiento de voz, síntesis de voz… En todas estas herramientas del lenguaje que utiliza la informática. En el fondo se trata de elaborar modelos matemáticos detrás del lenguaje para comprenderlo y modelizarlo. Esto me deslumbró, vi el nombre de la asignatura y pensé: «Esto es lo mío». Me encantaba la tecnología, aunque no tenía ni idea. Pero yo sabía que me gustaba, así que empecé a estudiarlo, conseguí una beca de La Caixa para el primer máster que había de Programación del Lenguaje Natural en Inglaterra —en España no existía—, me fui allí y tuve que aprender a programar como pude.

Aprendiste a programar tú sola.

Sí, porque el máster era una mezcla entre programación y lingüística, que fue lo peor. Que para mí fue francamente duro: tuve que…

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