«El primer pensamiento que Luz Rello tuvo relacionado con su dislexia fue que era más tonta que sus compañeros de clase. Tenía cuatro o cinco años y obviamente entonces no tenía ni idea de qué era la dislexia ni que ella la padeciese. Pero no era capaz de leer como sí hacían los demás niños y niñas de su clase. Rello no era tonta, desde luego, porque enseguida se le ocurrió una forma de disimular sus dificultades. Sentados en círculo en clase y leyendo por turnos, memorizó la parte que le iba a tocar a ella, aprendió a recitar del tirón y salvó la papeleta.
No es que no supiese leer, explica, es que no podía. Es una sensación difícil de explicar con palabras, cuenta, pero cualquiera en su situación puede entenderla. Eso es ser disléxico para un disléxico.»
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