Mario Ruiz es premio nacional de diseño 2016 y cuando recibió el galardón confesó que, por fin, tenía la sensación de haber aprobado todas las asignaturas. La dislexia, de la que no fue consciente hasta hace apenas ocho años –él nació en 1967 en Alicante-, había sido un lastre con el que se había acostumbrado a convivir.

Recuerda que en el colegio sólo aprobaba plástica o dibujo técnico. Suspendía hasta religión y gimnasia. A veces sacaba un diez en matemáticas pero el siguiente examen lo suspendía con un cero y los profesores no entendían nada. Preguntaron si había problemas en casa. Sus padres, un abogado y una catedrática de lengua, estaban igual de desconcertados.

 Mario, mientras tanto, intentaba pasar desapercibido y soportaba con estoicismo las clases de recuperación en verano. Le costaba mucho leer y era incapaz de aprender nada de memoria.
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