La dislexia es una Dificultad Específica del Aprendizaje de origen neurobiológico. Se caracteriza por problemas con el reconocimiento de palabras en forma precisa o fluida, deletrear mal y poca capacidad ortográfica. Estas dificultades resultan de un déficit en el componente fonológico del lenguaje. Las personas disléxicas tienen una inteligencia normal o superior (no está afectada la inteligencia ni las habilidades cognitivas). Al igual que otros tipos de dificultades de aprendizaje y de atención, la dislexia es una condición de por vida. Es decir, los niños no «se curan» de la dislexia cuando crecen, aunque las dificultades se pueden superar.
La mayoría de los adultos disléxicos han aprendido estrategias de compensación para lidiar con las dificultades que genera la dislexia, y muchas veces los demás ni siquiera perciben el gran esfuerzo que realizan.
La dislexia no es nada más una dificultad. A pesar de los problemas que encuentran en el colegio, muchos disléxicos reconocen que la dislexia les ha ayudado a triunfar en la vida, gracias al desarrollo de habilidades diferentes a los no disléxicos (Ver Fortalezas de la dislexia).
Vamos a conocer testimonios de personas adultas que viven con la dislexia, pero ello no les ha impedido luchar por sus sueños y conseguir sus propósitos.
DIFICULTADES EN LA VIDA ADULTA
A día de hoy la dislexia acompaña a diario a Mònica Gilabert, maestra en educación especial, quien en su profesión se enfrenta a muchas de sus dificultades. Además lidia con la gestión del tiempo, el orden y los despistes.
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Luz Rello, fundadora de Change Dislexia, lingüista y doctora en ciencia computacional, reconoce que la dislexia le sigue acompañando de por vida, aunque advierte que tal vez no tenga que ser así para todo el mundo, gracias a un diagnóstico y tratamiento precoz. Cada vez que tiene que preparar una documentación, la revisa numerosas veces con diferentes correctores, y a pesar de ello siempre hay errores que los correctores no detectan, como por ejemplo la diferencia entre “than” y “that” o entre “making” o “marketing”. Cuando tiene que leer un artículo sobre un tema desconocido o un contrato legal, invierte mucho más tiempo que un no disléxico. En el aeropuerto, cuando tiene que dar el número de pasajero frecuente, a menudo se equivoca con los números o los dice del revés, ante la mirada desconcertante de la persona atendiendo en el mostrador.
Para Miguel Cortés, terapeuta y activista en la neurodiversidad en el norte de México, existen cosas ordinarias que son muy complicadas, como rellenar formularios. Su letra manuscrita no es clara y además siempre comete errores anotando datos muy conocidos como su dirección o teléfono.
“Tengo siempre una gran lucha con mantenerme organizado, quizá esto está más relacionado con mis dificultades de atención, sé que la comorbilidad de dislexia y déficit de atención es común.”
Además, el trabajo de Miguel exige redactar proyectos. “Es doloroso, lento, generalmente tengo que hacer mucha investigación antes de sentirme seguro de comenzar a escribir. Una vez que termino, hago un buen trabajo, pero es muy agotador y estresante.” -declara Miguel.
María José Zarazaga, auxiliar administrativo y madre de un hijo disléxico, evita escribir cuando hay gente. Se pone muy nerviosa por si tiene alguna falta y pasa mucha vergüenza.
Una gran frustración que le ha durado de por vida a Antonio Palacios, doctor en Ciencias Biológicas y profesor asociado en la Universidad de la Rioja, ha sido la dificultad de asociar los sonidos con las letras y las letras con los sonidos.
“Adoro la música, tengo un oído privilegiado y espectacular y sé diferenciar lo bueno de lo malo en pocos segundos de iniciada la partitura, pero jamás fui capaz de cantar o tocar un instrumento de forma medianamente aceptable. Imposible, ni siquiera un tambor, lo que me ha marcado de por vida”.
María Escandon, pedagoga y especialista en preescolar, también resalta su necesidad de ser extra-cuidadosa cuando trabaja con números y reconoce que muchas tareas le llevan más tiempo de lo normal por su tendencia a ser distraída. Sin embargo, su día a día no se ve especialmente afectado.
ESTRATEGIAS DE COMPENSACIÓN
Para Luz Rello lo más importante es mantener la calma y aceptar que tiene dislexia. Cuando está estresada le resulta más difícil leer.
Lo fundamental para Miguel Cortés fue convertirse en autodidacta.
“En la secundaria me comenzó a interesar la astronomía, y mis padres fomentaron este interés. Aprendía mejor si leía por mi cuenta, sobre todo con un enfoque en comprensión y no tanto en la memorización. Fui aprendiendo a encontrar el lado interesante a casi cualquier materia. Para la preparatoria ya era un nerd consumado.»
Miguel aprendió que a través del aprendizaje profundo conceptual es en donde demuestra lo que aprende. Esto implica leer más, encontrar vídeos, hacer mapas mentales y hacerse preguntas. Recientemente el uso de texto a voz como tecnología asistida fue un gran paso para Miguel. Una de sus grandes frustraciones fue no terminar de leer libros, y al editar un texto escrito, no importa cuánto lo revisara siempre se le escapaban errores evidentes para un no disléxico. Hoy Miguel lee con regularidad, y los errores son mucho menores.
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Antonio Palacios ha compensado la dislexia con esfuerzo personal. Recomienda tener ayuda en casa, si no es de un familiar, al menos de algún profesor de refuerzo. La ayuda de su hermana fue muy importante para él. “Poco a poco vas creando tus trucos”. Las reglas onomatopéyicas que ha ido coleccionando le sacan del apuro una y otra vez. Por ejemplo: “tuvo del verbo tener sin be larga y tubo de tubería muy muy larga con be muy muy larga”. Cuando se bloquea dice que es disléxico, entonces todos se relajan.
“Aprender a presumir de la dislexia es un arte, la gente a partir de ese momento está más atenta y disfruta mucho más de lo que les cuento, lo valoran mucho más”.
Antonio Palacios
Cuando no sabe cómo se escribe alguna palabra, María José Zarazaga cambia la frase o lo dice de otra manera.
Mònica Gilabert hace muchas listas, usa la agenda, tiene un calendario muy visible donde anota las cosas importantes y cuenta con la ayuda y comprensión de su marido y sus hijos.
María Escandón comparte cuatro estrategias de compensación que ha desarrollado:
- Dudo siempre que tengo que escribir palabras como elijo, elegir… (por la similitud fonética) por lo que, si dudo, busco un sinónimo.
- Cuando escribo, me dictan o leo cifras largas, las escribo y las leo con mucha calma y atención y rectifico siempre el haber invertido los números.
- Mis periodos de atención son muy cortos por lo que me pongo tiempos de 15 minutos para concentrarme totalmente. Durante este tiempo quito el Internet de mi computadora y no tengo mi teléfono cerca porque son distractores muy poderosos. Pasados esos 15 minutos reviso mi correo, o me distraigo unos 5 minutos y vuelvo a empezar, o me obligo a acabar de leer el fragmento del libro que estoy estudiando hasta el siguiente subtítulo.
- Para mí, izquierda y derecha es lo mismo, no hay diferencia, al igual que norte-sur-poniente y oriente. Uso el reloj en la muñeca derecha, así que cuando tengo que pensar izquierda-derecha, siento en qué mano tengo el reloj. Para calcular distancias pienso en cuadras ( 100 mts por cuadra) para poder darme alguna idea.
POTENCIALIDADES
Para Luz Rello las estrategias de compensación desarrollan otro tipo de habilidades que resultan una ventaja. La manera de pensar de los disléxicos no está necesariamente relacionada con las palabras y eso facilita expresar las cosas de manera más clara y relacionar las ideas de forma más libre, desarrollando así la capacidad de síntesis y la creatividad. Para compensar sus dificultades, Luz también ha aprendido a ser más organizada con sus documentos.
Miguel Cortés también encuentra muchas potencialidades. El tener una comprensión conceptual le permite pensar soluciones que otros no identifican.
“Tengo mucha facilidad para aprender algunas cosas, como la tecnología. Sin proponérmelo explícitamente he aprendido el uso de diferentes sistemas operativos, a usar programas, a crear páginas. Soy el techie de la oficina”.
Miguel ha aprendido a cultivar su curiosidad y a retarse para seguir desarrollándose en lo personal y profesional.
Para Mònica Gilabert, una de las ventajas más grandes de ser disléxica es que no se rinde con facilidad:
“soy creativa, autodidacta y lo pruebo todo; punto, ganchillo, costura, scrapbooking, dibujo, albañilería, pintura de paredes, jardinería, cocina, repostería…”.
La resiliencia es para María Escandón la mayor ventaja de las personas disléxicas.
“He aprendido que, aunque me lleve más tiempo y tenga que hacerlo de forma distinta a los que me rodean, puedo alcanzar lo que me propongo y no me doy por vencida de forma fácil”.
Además, su experiencia le resulta de ayuda en su trabajo, puede ayudar a sus estudiantes a comprender a otros que tienen dificultades de aprendizaje.
También Antonio Palacios reconoce lo que le ha enseñado la dislexia.
«Con la dislexia se aprende a ser constante, perseverante e infatigable, un corredor de fondo. Una vez que te das cuenta que ésta es la fórmula para aprobar los exámenes, te sirve para todo en la vida y el trabajo es una continuidad de ello”.
También ha desarrollado otras cualidades que piensa que están relacionadas con la dislexia: la capacidad de orientación, la tridimensionalidad y una gran capacidad de análisis para averiguar la personalidad de la gente. Esto último le ha ayudado muchísimo en las relaciones personales:
“Hay quien me dijo que el disléxico se mueve como pez en el agua en situaciones dinámicas de cambio y creo que esta es la base de mi facilidad en el diagnóstico acerca de las personas”.
PROBLEMAS DE AUTOESTIMA
María José Zarazaga tenía la autoestima por los suelos y siente mucha rabia de no haber estudiado más.
“Siempre pensaba que casi todo el mundo era mejor que yo por tener unos estudios”.
El Mindfulness le ayudó a ser otra persona, ahora se siente mucho mejor porque sabe que todos somos buenos en algo.
Antonio Palacios sufrió una falta de autoestima en su niñez. De adolescente se aisló y de joven ya no le importaba tanto. Cuando empezó a trabajar se dio cuenta que la dislexia ya no era un problema, al contrario. “Creo que aprendí a disfrutar de ella”.
Por muchos años Miguel Cortés vivió dudando de su capacidad aun teniendo éxito.
“Sufrí el síndrome del impostor, creí que la gente que me percibe como inteligente tarde o temprano se enterará de lo tonto que soy”.
Le tomó mucho tiempo crecer emocionalmente para llegar al punto de aceptarse a sí mismo. Hubo momentos que vivió depresión clínica. Todavía hay momentos donde se le disparan las dudas sobre su capacidad. Pero gracias a ello tiene la capacidad de ser más compasivo y más paciente.
“Contar con apoyo emocional de mi familia y ser parte de un grupo de terapia me fortalece emocionalmente”.
Miguel Cortés
María Escaldón siempre se consideró algo tonta hasta que entró en la universidad. De pequeña, no entendía por qué sus amigas tenían tiempo para jugar y hacer otras cosas después de la tarea y ella tenía que usar toda la tarde, y a veces hasta la noche para hacer lo mismo. Muchos maestros, por su letra, la consideraban vaga y sus expectativas hacia ella eran muy bajas. La vida llevó a María a dar clases y descubrió que era algo que le apasionaba, por lo que entró a estudiar pedagogía a una universidad con prácticas constructivistas.
“Allí descubrí que no era tonta, sólo que necesitaba aprender de otra forma”.
Terminó la licenciatura con mención honorífica.
La autoestima de Mònica Gilabert mejoró al ser diagnosticada: comprendió lo que le ocurría y todas sus dificultades pasaron a tener sentido.
EL MOMENTO DEL DIAGNÓSTICO
Todas las personas entrevistadas vivieron un antes y un después gracias al diagnóstico de la dislexia. En ese momento comprendieron mejor sus dificultades y comenzaron a aceptarse a sí mismos, a ver que en realidad no eran “tontos” y que además podía conllevar otras potencialidades. Cuanto más precoz ha sido ese diagnóstico, más rápida ha sido la adaptación a los estudios y otros contextos.
Todos señalan que la dislexia no limita las posibilidades de desarrollo de estudios y trabajo, siempre y cuando se detecte temprano. Al contrario, las personas disléxicas conllevan un gran potencial, “como un león que ha estado en una jaula”, que al desplegarlo pueden ayudar a los no disléxicos a aprender otra manera de pensar y de conceptualizar el mundo.
Desarrollar estrategias para afrontar el estrés y contar con el apoyo de familiares, amigos y profesores, resulta crucial para un buen desarrollo psicológico.
Agradecimientos
Agradecemos de corazón a las personas que han compartido su testimonio con nosotros, y también a la asociación Madrid con La Dislexia por cedernos la entrevista de Antonio Palacios.
Autoría del artículo: Luz Rello y Clara Pavón
Ver también:
El cerebro de las personas con dislexia
La dislexia y el aprendizaje del inglés
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